jueves, 23 de octubre de 2008

El condado de Galway y sus alrededores

Verde y gris entre casas de colores


El verde de Irlanda parece florecer entre las lluvias al oeste del país, concretamente en la ciudad de Galway. Tras 4 horas de viaje en autobús desde Dublín o tras aterrizar en el aeropuerto de la ciudad la visión de la metrópoli, de los altos edificios, del tono marrón del ladrillo, del movimiento continuo de los viandantes, se transforma en la de una pequeña ciudad de 66.000 habitantes, con casas unifamiliares de distintos colores y tranquilidad.
Aunque no goza de la misma calma el centro, junto al punto de encuentro: la plaza de Eyre Square. Los irlandeses caminan por las calles llenas de tiendas de chocolate, de souvenirs y también de algún H&M. La visita obligada en el día de tiendas es "Pennys": aquí se encuentra lo que todos llevan, lo más útil y lo más barato (por ejemplo, un paraguas con forma de seta y transparente, en un país lluvioso, y a 5 euros). Irlanda se caracteriza por la amabilidad de sus habitantes y si te cruzas con alguien lo más probable es escuchar un "good morning" o un "hi" si uno ya se ha cruzado varias veces contigo.
A pesar de los prejuicios o concepciones que un viajero pueda tener en su cabeza, la vida, en cuanto a horarios, en Irlanda y en concreto, en Gallway, no es tan diferente. El desayuno (tostadas, cereales...), el "lunch" para matar el apetito a mediodia (bocadillo, fruta...) y la comida principal, algo temprana en comparación a España (entre las 5 y las 6:30 de la tarde). Pero, para los más hambrientos, no falta el sandwich y el té por la noche mientras en la tele emiten "Los Soprano", "Lost" o "Big Brother".
Sin ir más lejos, en pleno centro y junto al río se encuentra la única huella española en la ciudad: los arcos o "Spanish arch", que fueron construidos en el siglo XVI como una extensión de la muralla de Galway y para proteger el embarcadero. Fue destino habitual de barcos españoles entre los siglos XV y XVI por el comercio del vino y la pesca del salmón principalmente. En torno a estos arcos, situados a la ribera del río Corrib, la gente, típicamente española, se sienta a tomar alguna cerveza.
Aunque la típtica cerveza irlandesa es la Guiness. Una cerveza negra que se bebe del tiempo y que se sirve en los pubs, puntos de encuentro entre los habitantes y la música. The Crane es un ejemplo, donde la tradición irlandesa se manifiesta a través de cantautores con sus violines, sus arpas, sus guitarras y sus voces.
La Catedral católica de Nuestra Señora de la Asunción y San Nicolás y la Universidad también ocupan un lugar destacado; sobre todo esta última que convierte a Galway en una ciudad llena de juventud durante el curso.

1ª parada: Aran Island. Y si nos alejamos un poco de la capital, aunque sin salir del condado, la visita a "Aran Island" o Las Islas Aran es una excursión muy común. Un ferry lleva a los turistas deseosos de pasar el día en contacto con la naturaleza hasta una de las islas. Una vez allí, se puede recorrer o bien en unos carromatos tirados por caballos, o bien en coche (aunque no es la forma más recurrente) o bien en bicicleta (gracias a la tienda de alquiler de bicis, en la que por seis euros tomas prestada una). Aparte de algún castillo que se halla en medio de la isla, lo más impactante son los acantilados, a los que se accede tras recorrer un camino de piedras y en cuyo borde algunas personas se tumban mirando la profundidad de la caída.

2ª parada: The Cliffs of Moher. Aunque para altura, la de los acantilados de Moher, éstos situados en el condado de Clare, alzándose más de 200 metros sobre el atlántico. Unos de los más altos de Europa, tiene 8 kilómetros de largo y cientos de visitates al día que los recorren de uno a otro extremo.

3ª parada: Kylemore Abbey. Esta abadía localizada dentro del condado de Galway, comprende una elegante abadía y una pequeña catedral, rodeadas ambas de verdes montañas, de un lago en el que los lugareños pescan en sus barcas y completadas por los jardines de la abadía; unos jardines victorianos en los que se pueden oler cientos de flores diferentes. La entrada a la abadía cuesta 10 euros. Esta visita se puede completar con una ruta en coche por Connemara, repleta de paisajes montañosos, lagos y pueblos de pocos habitantes.

Fotos de David Taborda Ortiz

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